¿Sigues dando vueltas a la rotonda?
Gestión emocional, educación emocional, inteligencia emocional…todo parece que se ha
llenado de estos términos y desde muchos foros se nos invita a investigar sobre nosotros
mismos en el ámbito del sentir. En cierto modo, las emociones se nos van de las manos.
¡A saber lo que podrías hacer si no te “gestionas” las emociones!
Se vende y compra la idea de que si no sabes manejarte con las emociones, definirlas y conceptualizarlas vas a ser un fracaso en tus relaciones personales. ¿Es esto lo que te está sucediendo?
Si te hace sufrir lo suficiente, es probable que te hayas lanzado a la aventura de la “educación
emocional” Es verdad que poner palabras concretas a lo que estamos sintiendo puede ayudar. La situación de estar mal y no saber qué es y cómo se llama lo que nos pasa es desesperante. Si bien hay que tener en cuenta que no es cierto del todo que la investigación sobre las emociones pueda disipar tus conflictos. En
todas las teorías sobre los entramados del sentir y la emoción hay un
elemento esencial que se pasa por alto: ¿Quién es el que siente lo que siente? Lo explico:
Determinados abordajes pueden en un primer instante resituarnos y enfocarnos de nuevo si
estamos viviendo procesos emocionales muy concretos donde aflora abiertamente el
sufrimiento.
En el resto situaciones de vida que nos suceden, la gestión emocional es bastante estéril y suele
dar pocos frutos contantes y sonantes; es decir que produzcan un cambio significativo en la
vida. A menudo la llamada gestión emocional o educación emocional tan solo intelectualizan
el sentir, lo razonan o lo explican retorciendo argumentos hasta que nos parezcan
presentables o simplificándolos y decorándolos con frases que suenan bonitas tipo: tú puedes
con todo, eres un ser maravilloso y especial o persigue tus sueños
La obsesión por la explicación emocional puede llegar a desenterrar las vivencias de tu
tatarabuela (a que le ocurrió no se qué…), como manera de tratar de entender
lo que te pasa a ti, aquí y ahora. Ciertamente, es una labor muy entretenida y podría llevarte mucho
tiempo, pero cuando te embarques en algo así, por favor preguntarte honestamente qué es en concreto lo que pudiste
solucionar. ¿Qué cambios reales y significativos ha supuesto en tu vida?
¿Sigues dando vueltas a la rotonda?
Tal vez hayas llegado a un punto en el que ni solucionas ni tienes ya más ganas de teorías
sobre las emociones.
La filosofía yóguica y otros sistemas de entrenamiento mental ofrecen una pauta
alternativa a todo esto , que sintetizando mucho podría empezar con preguntas así:
¿Quién está dándose cuenta del sentir?
¿Qué parte de mi se emociona, se entristece, se alegra, se euforiza, teme o se enfada?
Ante una emoción ¿Puedo separar si soy yo o me está ocurriendo a mí, aquí y ahora?
¿Quién es o qué es eso que en mi se da cuenta?
Y …¿se da cuenta de que se da cuenta?
Aunque lo parece, no es un camino sin salida. Es justamente la salida.
Queremos entender o gestionar o ser emocionalmente inteligentes sencillamente porque les
hemos dado un gran valor a las emociones creando un auténtico enganche a lo emocional
muy similar al que se produce con las sustancias que generan dependencia. Somos “yonkis”
emocionales. Lo emocional nos turba, nos desespera, nos hace buscar y buscar y buscar.
Seguir en la rotonda, donde parece que nos movemos pero en realidad nada cambia.
¿Y si solo fuera una pequeña parte de ti la que está entretenida con ese juego emocional?
¿Lo que mira lo que te ocurre, qué es? ¿Cuál es su naturaleza?
¿Eres lo que miras( tristeza, enfado, alegría) o eres lo que mira?
¿Y si en lugar de explicarte o justificar lo que sientes, simplemente atraviesas ese momento
con plena conciencia, viviéndolo hasta que termine, sin hacer otra cosa que mirar lo que
ocurre?
Una parte de la naturaleza humana, de la experiencia aquí es a través de las sensaciones y las
reacciones emocionales. Si somos seres sintientes, es obvio e inherente el sentir. Es nuestra
naturaleza, otra cosa es que busquemos pelea con nosotros mismos aprovechando el sentir,
quizá porque “deberíamos” sentir otra cosa.
El entretenimiento está servido a no ser que empiece a cansarte mucho y optes por cuestionar
la identidad que obtienes desde el sentir, el valor que tiene para ti y todo ese sistema de
pensamiento.
Por: Mabel Alquézar